martes, 11 de noviembre de 2008

Adeus, Miriam Makeba

Por Nicolás Fernández Bravo
nhicuf@arnet.com.ar

Hace tan solo un rato, me enteré que Miriam Makeba falleció a los 76 años de edad, después de participar de un concierto en contra de la camorra, en Italia. Puede parecer oportunista querer recordarla en momentos de aparentes victorias de color. Me tiene bastante sin cuidado detenerme a pensar qué es oportuno y qué no: después de todo, no está tan mal que las oportunidades sirvan para algo. Incluso para que en la tribu de los escépticos – a la cual circunstancialmente pertenezca, aunque a veces no, como toda forma de identificación – podamos compartir cómo nos volvimos miembros y explicar cuáles fueron nuestros ritos de pasaje. Escuché una vez que “un pesimista es un optimista con experiencia”. Tal vez haya algo de ello en querer, en seguir queriendo, que en este costado del mundo se le preste atención y con seriedad, a las distintas formas de estar en el mundo, además de a las "propias".
Miriam Makeba fue acaso la primera mujer que me hizo prestar seriamente atención a esa parte del mundo que convencionalmente llamamos África: fue a través de su voz grabada en un cassette que aún guardo con cariño. Ese acontecimiento, quiera o no, marcó bastante mi vida. Fue así que, por primera vez, escuché hablar del colonialismo. Con una voz bellísima, una mujer introducía en inglés una canción ritual africana. Lo hacía diciendo que en su aldea natal, en Johannesburgo, existe una canción que siempre cantamos cuando una chica joven se casa. Esta canción (The Click Song, para quienes no la conocen) se hizo famosa en los 60s y en cierto modo se burla de los ingleses, quienes no pueden pronunciar los ‘clicks’ propios del idioma xhosa. La canción propiamente, es muy sencilla: informa que el brujo llegó a la aldea, con lo cual el casamiento se podrá realizar. Este breve poema – en el que están presentes y sin estereotipos la historia, el colonialismo, el ritual, la resistencia, las lenguas, la burla, el amor, el campo, la ciudad – es una condensación de significados que aprendí antes, incluso, de saber interpretarlos en clave antropológica. Ese objeto (el cassette) fue un fetiche en mi adolescencia temprana, en la cual la posibilidad de imaginar seriamente a los africanos era más bien limitada. Como ahora. No obstante, tenía la certeza intuitiva de saber que se trataba de un fetiche prestigioso: la poesía y la música así me lo hacían sentir. Aún hoy, muchos antropólogos compran en el mercado fetiches berretas y montan escenarios deslumbrantes sobre las ingeniosas trampas que les tienden “los subalternos”.
Tal vez le deba a Miriam Makeba algo más que el oído musical y el juicio crítico: le debo la espontaneidad de saber, de suponer, de desear que haya muchas formas de estar en el mundo. Es a partir de esta bella sensación de conversar con la diferencia, que su defensa devino en conocimiento activista. Pues, ¿cómo no defender la posibilidad de escuchar poesías tan bellas? Sólo así me fue posible indagar más en su producción y toparme con otros clásicos como “A luta continua” o “Ndodemnyama (Beware, Verwoerd!)”, en donde la evidente politización de las letras se encuentra a la altura de las canciones de aldea y el djiu de galinha.
Verdadera adelantada de la world music, Makeba y la industria discográfica que se montó a su lado realizaron versiones increíbles: adaptaciones pop, cambios tradicionalistas, versiones en francés, portugués, italiano. En el Río de la Plata, su difusión no fue tan importante como en Europa y Estados Unidos, en donde se transformó en un ícono y llegó a ocupar los primeros puestos de esos rankings que nunca supe muy bien qué explicaban. Incluso así, para muchos el Pata Pata existe en el registro de la memoria, independientemente de saber o no que quien compusiera esa canción tuvo que exiliarse de Sudáfrica por luchar contra el irracional racismo durante la vigencia del apartheid.
No sé si esto es un homenaje. Es lo que es. Para aburrir un poco menos, comparto otra parte de la historia: cuando el genial Paul Simon decidió dar ese fantástico concierto en Harare en 1986, en lo que sería un festejo anticipado de la caída del régimen de Pretoria. Cuando compré ese disco (ya más consciente de las reglas del mercado, etc.), me di cuenta de que no era ya solo una circunstancia lo que estaba frente a mí, sino una sana voracidad cognitiva con acento africano. Allí, http://www.youtube.com/watch?v=ow40LQs0ue4 Miriam Makeba grabó este video (¿qué seríamos sin You Tube?). Entiendo perfectamente que N’Kosi Sikeleli es el common place africanista, pero (otra vez): ¿no hay que aprovechar las oportunidades?
Ah, por cierto, la segunda mujer que me hizo prestar seriamente atención a “esa parte del mundo”, para alegría de las Miriams, fue Cesaria Évora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario