Este texto que escribí a partir de la carta enviada por la Mae Susana (Andrade) de Oxum al diario La República de Montevideo (ver abajo) fue publicado en la sección Editoriales del mismo medio (sin las imágenes que aquí lo acompañan...).
Viernes, 31 de octubre, 2008 - AÑO 9 - Nro.3076 - La República, Montevideo
Sobre la libertad (y la necesidad) de ofrendar
Por Dr. Alejandro Frigerio - Investigador del Conicet, Argentina
Por Dr. Alejandro Frigerio - Investigador del Conicet, Argentina
Las religiones americanas de origen africano que son varias a lo largo de todo el continente (la Santería en Cuba y EEUU, el Vodoun en Haití, el Shangó de Trinidad Tobago, y las numerosas variantes que se desarrollaron a lo largo de la costa brasilera y luego se expandieron hacia el Río de la Plata) basan su cosmovisión, entre otras conceptos, en la idea de la necesidad de circulación del axé (ashé, aché, asé) o fuerza espiritual que sustenta todo lo viviente.
De esta manera, los orixás, deidades africanas que viven en distintos dominios de la naturaleza –que son esa naturaleza- ven disminuído su axé al ayudar a los seres humanos en sus diferentes problemas y éstos, periódicamente, deben restituírle esta fuerza espiritual perdida en forma de ofrendas. De ahí la necesidad de ofrendar en distintos dominios de la naturaleza -pero también de la cultura humana, dependiendo del tipo de orixá del que se trate.
Las ofrendas, rigurosamente seleccionadas y preparadas según un conocimiento y una teología ancestrales, permiten entonces cerrar el círcuito de circulación del axé: devolviendo a las deidades lo que ellas han utilizado en fortalecer a los seres humanos. (Hablamos de deidades aunque no de dioses, ya que las religiones afroamericanas son monoteístas, para ellas hay un solo Dios creador que luego de completar su creación deja a la tierra a cargo de los orixás).
Iemanjá, en su calidad de Gran Madre dadora de vida es un referente ineludible en una religión de seres espirituales ilustres y omnipresentes. Según la mitología afroamericana es la madre de varios o de todos los orixás y es a quien sus hijos y devotos recurren principalmente en busca de fecundidad y de salud y prosperidad para los hijos ya nacidos. En su culto confluyen antiguas creencias yorubas, simbología cristiana y, sin duda, ecos de nociones científicas sobre el mar como origen de toda la vida. Sus fiestas son multitudinarias en las principales ciudades costeras brasileras, así como en Cuba y otras islas del Caribe. La fecha puede ser el 2 de febrero, el 31 de diciembre (Río de Janeiro) o el 8 de septiembre (Cuba) pero las imágenes de los fieles dejando ofrendas en las playas difieren poco de ciudad en ciudad. Junto al carácter folklórico y de gran fiesta popular que han ganado estos eventos anuales en las distintas ciudades, están las ofrendas regulares que los templos y los practicantes deben realizar, como parte de su rutina religiosa. Las playas, por la importancia del orixá que junto a ellas se mece, son, en grandes ciudades costeras uno de los lugares sagrados más importantes porque es allí donde los habitantes de estas urbes pueden entrar más, mejor y de manera relativamente accesible, en contacto con la energía divina. Por su ya mencionada relevancia teológica -y sin duda también por su imponente carácter numinoso- el mar es uno de los sitios privilegiados para ofrendar y para recibir axé.
Es claro que quienes menos desean contaminar a la Gran Madre de su religión son los propios afro-umbandistas, quienes, cada vez más al tanto de modernas concepciones ecologistas que no hacen sino ir en el sentido de sus antiguas creencias, se preocupan porque en sus presentes primen los elementos rápidamente biodegradabales. Pese a que el número de fieles crece día a día –como se nota en la fiesta anual del 2 de febrero- es difícil suponer que la cantidad de ofrendas pueda ser tal que “contamine” las playas. Pueden resultar extrañas para quienes no conocen el alto grado de sacralidad que ellas implican, el esfuerzo que conllevan y las buenas intenciones que las impulsan. La prohibición de ofrendar, o aún su intento de reglamentación, conllevarían una severa restricción a la libertad religiosa de los miles y miles de ciudadanos rioplatenses que han optado por este camino espiritual.
Fuente: http://www.larepublica.com.uy/editorial/337653-la-libertad-y-la-necesidad-de-ofrendarEs claro que quienes menos desean contaminar a la Gran Madre de su religión son los propios afro-umbandistas, quienes, cada vez más al tanto de modernas concepciones ecologistas que no hacen sino ir en el sentido de sus antiguas creencias, se preocupan porque en sus presentes primen los elementos rápidamente biodegradabales. Pese a que el número de fieles crece día a día –como se nota en la fiesta anual del 2 de febrero- es difícil suponer que la cantidad de ofrendas pueda ser tal que “contamine” las playas. Pueden resultar extrañas para quienes no conocen el alto grado de sacralidad que ellas implican, el esfuerzo que conllevan y las buenas intenciones que las impulsan. La prohibición de ofrendar, o aún su intento de reglamentación, conllevarían una severa restricción a la libertad religiosa de los miles y miles de ciudadanos rioplatenses que han optado por este camino espiritual.
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