sábado, 9 de febrero de 2008

Recuerdos de Iemanjá (III)

Creo que fue en ese mismo escenario que luego actúo un grupo de cumbia –hubo dos, casi simultáneamente, en ambos extremos de la playa. Esta intrusión de música indudablemente profana aumentó el carácter ya francamente onírico de la experiencia, ya que mientras que sonaba la música de cumbia como fondo había que caminar mirando el suelo por la cantidad de pocitos con velas y devotos sentados al lado, esquivar las muchas colas de individuos que en las distintas giras de umbanda esperaban para consultar o tomar pase con las entidades y dar paso a los que llegaban con los barcos al hombro con presentes para Iemanjá. Una verdadera sobrecarga de los sentidos nutrida por uan fuerte mixtura de elementos sagrados y profanos

Como si todo esto fuera poco, la comparsa lubola Triniboa que había actuado en el Teatro de Verano enfrente de la playa también se hizo presente para rendir su homenaje a Iemanjá. Fue emocionante no sólo verlos tocar frente al mar, sino también, a la mejor usanza religiosa, ver cómo luego se retiraban caminando sin darle la espalda a Janaína sino hasta haberse retirado bastante de la orilla. Recién allí se dieron vuelta y se fueron caminando haciendo maderas. A esta altura la cacofonía a medida que uno se desplazaba por la playa era impresionante: tambores de umbanda, una comparsa de candombe, y grupos de cumbia sonaban casi al unísono en la noche de la rambla.



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