El diario Z entrevistó a la historiadora Marisa Pineau:
Marisa Pineau: “Se piensa que acá la esclavitud fue
benevolente”
Por Diego Sasturain
Experta en la historia de los afroamericanos, Marisa Pineau
afirma que desde el Estado hubo una política deliberada para invisibilizar la
presencia y la historia de los negros en el Río de la Plata así como desconocer
su legado cultural.
En abril de 2013 el Congreso sancionó una ley que estableció
el 8 de noviembre como Día Nacional de los Afroargentinos y de la Cultura Afro.
Fue un primer reconocimiento del Estado argentino a una parte de la población
-la afrodescendiente- que durante décadas trató de negar o invisibilizar. La
ley, además, obliga a incorporar los temas vinculados a la historia y a la
impronta de la cultura afrodescendiente en los programas escolares. Para la
historiadora y especialista en temas africanos Marisa Pineau, este logro es más
un punto de partida que de llegada. La investigadora conversó sobre la herencia
afro con Diario Z en el patio del Museo Etnográfico Ambrosetti – en
un pequeño oasis verde en el microcentro porteño– donde tiene su oficina.
Se suele decir que los africanos o sus descendientes
murieron por la fiebre amarilla o en la Guerra contra el Paraguay, ¿es cierto?
Hubo una operación política e historiográfica de no dar cuenta de la presencia
africana en nuestra cultura. Y quiero aclarar que esa presencia no
necesariamente se nota en el color de la piel. Hubo toda la otra
invisibilización, vinculada a la historia de los africanos aquí. Hay una larga
historia de los africanos en el territorio que hoy es la Argentina, y que está
vinculada a varias diásporas. Una primera es la del tráfico de esclavos. Que
funcionó a partir del puerto de Buenos Aires y a partir de los puertos de
Colonia y Montevideo, que era donde llegaban los africanos. Esos africanos
también fueron después a muchos lugares del interior, muchos no se quedaban en
la pequeña villa que era la ciudad de Buenos Aires en el siglo XVII y XVIII. Lo
vemos por las pinturas, los relatos de los viajeros, y porque lo dicen los
censos coloniales y de los primeros años de la vida independiente.
¿De qué parte llegaron?
Fundamentalmente, de la zona al sur del Ecuador, Angola, Congo y Mozambique,
del sudeste de África. Hablaban lenguas de tronco bantú, que es a Africa como
el tronco cultural indoeuropeo es a Europa.
Entonces, los africanos estuvieron en Buenos Aires desde
siempre.
Pasa algo bastante particular, y es que hay varias capas africanas, unas sobre
otras. No hay una única herencia afro. Una de las primeras tiene que ver con la
esclavitud. Esta fue una sociedad donde hubo esclavos, y en la que los esclavos
eran la base o una de las bases de su funcionamiento.
¿Eso es lo que se tendió a borrar?
Sí, de varias maneras. Hay una idea de que la esclavitud acá fue benevolente,
que los trataban bien, que convivían con los dueños, como un paternalismo
amable. En el único momento en que se muestra a los africanos en nuestra
historia es en los aniversarios del 25 de Mayo o en la época colonial. Y se los
muestra como menores, tutelados por los mayores, que son los blancos. Hay un
ocultamiento de las relaciones sociales esclavistas que fueron fundantes de
esta sociedad. También se borra cómo esa población de origen africano fue
integrada a los ejércitos de las guerras de independencia como trabajadores y
soldados.
¿Y las otras oleadas?
Una segunda diáspora está vinculada a la inmigración de Cabo Verde entre 1920 y
1950. Se asentaron fuera de la ciudad de Buenos Aires, en Dock Sud y Ensenada,
porque estaban ligados a la actividad portuaria. Y es una comunidad que vive
junta, que tiene una representación vecinal y una identidad complicada, a veces
más portuguesa, a veces más africana, pero hay un fenotipo más visible. Y hubo
una recuperación cultural en la década del 60 y de los 70, bailes, asociaciones
de grupos que se reunían en Casa Suiza, en el subsuelo, donde la comunidad
afroargentina organizaba bailes semanales. La dictadura es un corte en todo
esto. Una tercera oleada comenzó a partir de la década de 1990, con la llegada
de subsaharianos, especialmente de Senegal, de Nigeria y otros países del
África Occidental y también de afroamericanos de otros países americanos, del
Caribe y de Brasil. Hay algo así como una reafricanización.
¿Era importante el tráfico de esclavos para la economía de
la colonia?
Era significativo, y las grandes familias participaban de la trata. Ahí
dividiría los negocios, o la riqueza surgida de los negocios de la trata y los
negocios surgidos del trabajo esclavo. Son dos cosas distintas. La trata era un
negocio floreciente. En general, los africanos que llegaban ya estaban
vendidos. No hay documentación que diga que haya habido un mercado de esclavos.
Este era un puerto donde quedaban esclavos pero además pasaban para el
interior, a Córdoba y el camino hacia Potosí. Iban a las minas y como
cargadores.
¿Cuándo se empieza a perder esta presencia?
En el siglo XIX ya se empieza a perder el rastro. La ciudadanía política recién
se consagrará con la Constitución de 1853. Hasta ese momento se establecía que
un hombre para votar tenía que ser hijo de un hombre libre, por ejemplo. Otra
cosa interesante del siglo XIX es que hacia 1870, más o menos, había muchas
organizaciones afro. Estamos hablando ya de ciudadanos argentinos que se
expresaban a través de la prensa, que se reconocían como descendientes de
africanos y estaban reclamando por sus derechos. Encontramos sujetos orgullosos
de lo que son, trabajando, haciendo cosas interesantes y pensándose como
argentinos. Hay otras experiencias, en otros lugares de América, donde los
afrodescendientes empiezan a pensar en la vuelta a África. Acá, en cambio, se
piensan integrados.
¿Y qué pasó después?
A partir de la llegada de la enorme inmigración europea la población afro, que
podía ser más o menos importante, pierde peso numérico. Por otro lado empieza a
haber situaciones de mestizaje, casamientos entre miembros de distintas
comunidades, que también es una característica propia de Buenos Aires.
¿Y el sistema educativo qué decía?
Desde la escuela se sostuvo con mucha fuerza que la Argentina era una sociedad
blanca y homogénea. Quienes podían pasar por blancos, lo hacían, para no sufrir
discriminación. Entonces, cuando el fenotipo no es tan marcado podía ser menos
visible a los ojos de la sociedad.
¿Qué marcas quedan específicas de los afroargentinos?
Los lugares que quedan son dos o tres. El Parque Lezama, donde llegaban los
esclavos en el siglo XVIII. Está bien poner un recordatorio por el día del
afroargentino y de la cultura afro en ese lugar. Otro lugar es la Plaza San
Martín, donde había una casona que funcionó como depósito y mercado de
esclavos. Primero la alquiló la Compañía Francesa de Guinea y, hacia 1712, la
South Sea Company, que traficaban con esclavos africanos. Eso le dio el nombre
al lugar, “el retiro de los africanos”. También están documentadas las casas de
afroargentinos en la calle Bolívar, a las que también se les pasó por encima en
los procesos de modernización. Son dos herencias que están y que no están.
¿Cuánta gente se reconoce como afro hoy?
Hay una prueba piloto que se hizo en 2005 y se están haciendo censos donde se
incorpora la pregunta étnica. La categoría es la de afrodescendiente (una
persona que reconoce que tiene algún ancestro africano) y para el caso
argentino es muy útil y por eso los movimientos afro la aceptaron y la usan. Se
hizo una prueba piloto en Santa Fe y en la Ciudad de Buenos Aires, donde dio un
porcentaje de más o menos un 5% de la población, que coincide con pruebas
anónimas que se hicieron en hospitales públicos de la Ciudad de Buenos Aires.
Lo hizo Francisco Carnese, que es profesor de Antropología biológica de la
facultad, y le dio entre un 4 y un 5 por ciento con genes afro. En 2010 se
incorporó en algunas zonas la pregunta sobre si “usted y su familia se
reconocían como afrodescendientes” y hubo 150.000 personas que contestaron que
sí. Es claramente una minoría, pero es como un puntapié para pensar nuevas
cosas en el futuro.
¿Y por dónde pasa la Buenos Aires afro hoy?
Hay bares, algunos restaurantes. Pero yo creo que donde más se ve es en la
movida cultural de las llamadas, en los tambores en San Telmo. Las llamadas y
las llamadas no oficiales o contra-llamadas que se hacen. Hay un movimiento
fuerte en ese sentido, y también ligado a la práctica de capoeira. Hay mucha
gente que lo practica. Quizás estamos buscando a gente con todas las
características raciales. Las poblaciones que se reconocen a sí mismas como
negras no necesariamente son de piel oscura o mestiza, sino que se comparten ciertos
valores culturales, formas de pensar la organización social y familiar, y
formas musicales. El proyecto homogeneizador del Estado argentino fue sumamente
exitoso en términos de invisibilización de la negritud y de los indígenas.
Quizás haya sido el proyecto más exitoso que conocemos, porque nos convencieron
de que somos europeos y de que éste es un país de blancos. Todos lo repetimos,
nos lo repitieron en la escuela y lo seguimos reproduciendo.
¿Hay ganas de ocultar o de asumir esa herencia?
Yo creo que el orgullo afro tiene que estar ligado a cosas positivas. Si ser
negro significa ser pobre, como en general es lo que pasa aquí, si la palabra
“negro” es una palabra peyorativa y que equivale a ser pobre, entonces,
reivindicarse como negro es más complicado. Me parece que puede ser una
reivindicación de tipo política y aglutinadora.
Perfil de Marisa Pineau
Egresada de la carrera de Historia de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Marisa Pineau realizó sus
estudios de posgrado en El Colegio de México, donde obtuvo el título de Master
en Estudios de África.
Es profesora titular de las cátedras “Historia de Asia y
África Contemporánea” e “Historia de la Colonización y la Descolonización” de
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Además
coordina la Sección Interdisciplinaria de Estudios de Asia y África, en el
Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti de la Universidad de Buenos Aires
(http/museoetnografico.filo.uba.ar) y dirige el proyecto de investigación
“África y su diáspora. Historia y realidades actuales” dentro de la
Programación científica de la UBA.
Pineau es autora de Ruta del esclavo en el Río de la Plata y
Huellas y legados de la esclavitud en las Américas, ambos editados por la
Universidad Nacional de 3 de Febrero.