"Bird Lives" escultura de Robert Graham en Kansas City , Missouri
He dicho, y repito, que no escucho jazz, aunque me interesa profundamente como movimiento cultural afro-americano. Mi interés se acentuó desde que leí la Historia Social del Jazz de Eric Hobsbawm y encontré una cita de una de las figuras emblemáticas del bebop (creo que Charlie Parker) justificando el desarrollo del nuevo género diciendo “vamos a llevarlo adonde ellos no puedan llegar”. Algo así como: el jazz ya está invadido por los blancos, entonces vamos a desarrollar una versión cuyo nivel de performance sea tan exigente –según nuestros propios criterios- que quienes pertenecen a otro grupo étnico-racial no podrán alcanzar. Quizás una exageración, pero el concepto sin duda era atractivo: reivindicación y resistencia a través del virtuosismo extremo. Vamos a crear un mundo inalcanzable para quienes no hayan participado de nuestra experiencia de vida, de nuestra sensibilidad y estética.
No creo que detrás de esta proposición estuviera una fundamentación genética, sino el reconocimiento de que el crecer en determinadas comunidades afroamericanas equivale a haber estudiado en uno de los más exigentes conservatorios de música o de danza. Entrenamiento que es luego perfeccionado y llevado a niveles superlativos a través de una carrera musical que incluye la participación en distintos grupos de excelencia. Y todo esto según criterios propios, que no son los de la formación musical o dancística académica. Algo que no es necesariamente exclusivo de la experiencia cultural afro-americana o africana (sin duda que algo similar sucede en otros géneros de música populares como el tango o el flamenco) pero probablemente sí acontezca con mayor frecuencia en las distintas y numerosas comunidades afro(norte y latino)americanas abarcando un gran cantidad de géneros musicales y dancísticos.
Este prolegómeno viene a cuento de que el Clarín de hoy trae una larga entrevista a Pettinato –personaje controversial si los hay- donde, entre otras cosas, detalla su reciente experiencia al grabar un disco de free-jazz con dos prestigiosos músicos (afro)norteamericanos: el contrabajista Henry Grimes y el baterista Tyshawn Sorey.
Algunos tramos extraídos de la entrevista (aunque sugiero leerla entera porque es muy interesante):
Henry Grimes
“La cultura nunca es la cultura que se vende con c mayúscula (…). La cultura no es El lago de los cisnes. La cultura es eso que te empuja hacia lo desconocido, cuando todo lo demás que te rodea son los bombones Garoto. (…) Yo, en cambio, creo que la cultura es esa fuerza propulsiva hacia lo desconocido. Yo sentí eso cuando toqué con esta gente.
¿Y cómo fue que llegaste a grabar con ellos?
Primero, los busqué y tuve que chequear que estuvieran vivos. Después, pasó algo raro. Yo les pagué por la sesión, pero fijate qué loco: pese a los discos que hacen que son inescuchables, como el mío –porque, si un tipo normal se compra este disco, no es el jazz que espera, sino un jazz selvático, a quemarropa- los tipos no lo hicieron por el dinero. Antes de aceptar, Grimes pidió que le mandara un disco mío, para ver si le gustaba lo que yo hacía. Quiere decir que no es que van a tocar con cualquier pelotudo que dice que es fanático del jazz y que quiere tocar con él el ukelele. Ahí me sentí super orgulloso. Le mandé mi CD anterior, que se llama Música anticomercial, y no sé lo que el tipo escuchó, pero dijo: ‘Sí, puede tocar conmigo. Podemos tocar juntos.’
¿En algún momento sentiste que podías llegar a no encajar?
En un momento me agarró ese ataque de inseguridad de preguntarme qué le podía aportar a un tipo que tocó con Sonny Rollins, Thelonious Monk y Coleman Hawkins. Y me di cuenta de que no tenía que agregar nada. Yo tenía que ir, tocar y ser yo mismo. Tenía que tocar lo que tenía ganas de tocar. Me gusta el free. Toquemos free. Marqué cuatro, empezamos, y sólo paramos porque alguno tuvo sed. Y hubo momentos en los que yo creí que me iba a enloquecer. Por la presión que ejercía la música, y por el cagazo que tenía.
¿Por qué cagazo?
Porque, imaginate, estaba con los chicos de verdad. No estaba con dos pelotudos diciendo ‘ahora vamos a tocar My Funny Valentine’. No. Estaba con gente que odia a la sociedad, con gente con bronca, con negros pesados que no vinieron al mundo a acompañar a Lady Gaga. Me metí en un mundo que me hizo decir: ‘Esto es en serio.’ No es que estaba escuchando los discos de Albert Ayler, diciendo mirá que locos que están. No. Ahí hubo algo que me abrió la puerta para que yo estuviera loco. Y no es lo mismo escuchar locos que entrar en el medio de la locura. No es lo mismo hablar de drogas que tomarlas. Bueno, esto fue tomarlas. Fue entrar en la matrix. Me enchufaron en la nuca, y me dijeron: ‘¿Estás preparado para que te trepanemos la cabeza y va a entrar en tu flujo una sustancia que va a machear en algún momento con algunas neuronas dormidas que están ahí dentro? Porque por eso viniste hasta Nueva York.’ Y yo dije: ‘Bueno.’ Y cuando empezó a sonar, me di cuenta de que estaban locos de verdad. Son gente que no está acá.
Tyshawn Sorey
¿Cómo fue la relación con Grimes y Sorey fuera del estudio?
Fuera del estudio no hablan. Ni entre ellos hablan. Lo bueno es que, después de 30 años, aprendí algo que me lo dio Sumo y que no lo había aprendido para el jazz, que es juntarse con la gente correcta. Juntarse con la gente como uno. Grimes y Sorey son como yo. Y yo soy como ellos. Por eso vamos a grabar más discos. Porque son pushers. Son los agentes que empujan la música hacia el precipicio. A mí, me gusta empujar las cosas hacia el precipicio. Y a mí, como decíamos con Sumo, me gusta cruzar con la barrera. Yo quiero cruzar con la barrera. Me gusta eso. Estos tipos empiezan a tocar, y te das cuenta de que es toda la historia del jazz, del ’63 hasta hoy, que se acumula delante de tus propias narices. Hubo un momento en el que me pregunté si estaría bien lo que estaba haciendo, y me di cuenta de que era la peor pregunta que me podía hacer en ese momento, y de que si yo llegaba a pisar ese palito, todo lo mío iba a ser una mierda. Pero hubo un segundo en que lo pensé. Y, gracias a Dios algo me dijo: ‘Querido. No es momento para hacerte esa pregunta. Es now, o nunca.’ Y fue now.”
Como a quien le toca entrar en Bahia en una roda de capoeira callejera que está más allá de sus posibilidades, o participar en algún barrio montevideano de una cuerda de tambores que lo supera, o asistir a un baile funk en el corazón de una favela carioca -y logra salir indemne- Pettinato parece haber tenido la fortuna de avizorar the other level, el nivel de performance afro-americana que usualmente está vedado a los no-nativos. Como usualmente sucede en estas ocasiones, corre el riesgo de pensar que, porque alguna vez le dieron un ghetto pass (como dirían los rappers yanquis) ya lo tiene para siempre. Now is not forever... pero quien le quita lo bailado?
Fuente: http://www.clarin.com/espectaculos/musica/titulo_0_524947514.html
Como a quien le toca entrar en Bahia en una roda de capoeira callejera que está más allá de sus posibilidades, o participar en algún barrio montevideano de una cuerda de tambores que lo supera, o asistir a un baile funk en el corazón de una favela carioca -y logra salir indemne- Pettinato parece haber tenido la fortuna de avizorar the other level, el nivel de performance afro-americana que usualmente está vedado a los no-nativos. Como usualmente sucede en estas ocasiones, corre el riesgo de pensar que, porque alguna vez le dieron un ghetto pass (como dirían los rappers yanquis) ya lo tiene para siempre. Now is not forever... pero quien le quita lo bailado?
Fuente: http://www.clarin.com/espectaculos/musica/titulo_0_524947514.html