Ayer a la tarde, mientras había personas haciendo su obligación de santo, una turba de dizque "defensores de animales" atacaron a patadas y pedradas el templo del reconocido babalorixá Alfredo (Echegaray) de Ogun, todo a la vista de cámaras de canales de televisión y a partir de determinado momento, también de la policía.
El templo del pai Alfredo es sin dudas uno de los dos más importantes de la capital, y uno de los más reconocidos en todo el territorio de la nación.
El babá recibe regularmente, con cariño y atención a periodistas, estudiosos, artistas plásticos, practicantes de distintas formas de arte afro-americano y sus fiestas son de las más bellas y emotivas que se puedan encontrar.
Varias de las fotos que ilustran el (ya fundamental) libro "Dueños de la Encrucijada: Estéticas de Exú en el Río de la Plata" fueron tomadas en ceremonias en su templo, y su altar, retratado por el reconocido fotógrafo Guillermo Srodek Hart, fue exhibido en forma de tríptico gigante, en las muestras de "Dueños de la Encrucijada" realizadas en el Centro Cultural Rojas de Buenos Aires y en el Museo Blanes de Montevideo.
El babá Alfredo es presidente de la Federación Metropolitana de Religión Africana y Amerindia y un luchador incansable por los derechos de los afro-umbandistas. Tanto el templo como la Federación están inscriptos en el Registro Nacional de Cultos.
En su templo, como en miles de otros distribuídos por todo nuestro país, centenares de argentinos han encontrado su manera preferida de vincularse con el mundo espiritual, y muchos más, sin adoptarla como su religión declarada, han recibido palabras y formas prácticas de consuelo a sus inquietudes espirituales y necesidades terrenales.
Todo eso no impidió que, en una sociedad en la cual la intolerancia crece de manera alarmante, autojustificada por la ilusión de ser los únicos poseedores de "la" (alguna) verdad (política, religiosa), una turba de 15 o veinte individuos que no tienen idea de en qué consisten las prácticas y creencias afro-americanas atacaran el templo a piedrazos y patadas, interrumpiendo uno de los más sagrados rituales de la religión y amenazando a sus practicantes.
Las fotos muestran elocuentemente los daños. Grandes pintadas a lo largo del templo, casi todas las ventanas rotas, los portones atacados a patadas y pintados o grabados con insultos.
Los destrozos muestran la intensidad del ataque y el peligro que corrieron quienes estaban realizando rituales dentro del templo.
Varios canales de televisión registraron parte del ataque -dentro de una perspectiva de edición de las imágenes y de los testimonios que "daba la razón" -o al menos no condenaba- a los atacantes. Esto no resulta extraño, dada la mala imagen que de la religión suelen presentar los medios de comunicación.
Más preocupante aún fue la inacción de la policía, que fue testigo del ataque durante una parte del mismo.
El ataque sin duda puede encuadrarse dentro de la categoría de "crímenes de odio" y debe tener una enérgica respuesta para que no haya más casos similares -aunque ya hubo otro en Mendoza- .
Para agravar aún más las cosas, los atacantes prometieron volver -a un lugar que no sólo es un templo sino también la morada de una familia extensa que incluye niños...
Esta es la indefensión en la que se encuentran los practicantes de la cultura afro hoy en día....