La nota de tapa del anteúltimo suplemento Sí de Clarín estaba dedicada a los treinta años del hip-hop. La nota habla más sobre el rap que sobre el hip-hop en general (recordemos, rap + breakdance + grafitti + deejaying ).
El rap local sale bastante mal parado, ya que desconsidera, sin siquiera nombrarlos, a los grupos nativos. La nota menciona principalmente a IKV y se pregunta si en realidad "lo negro" en Argentina no sería la cumbia. La apreciación es confusa. ¿Se refiere a características de género musical, al color de los consumidores de la cultura, a su lugar subalterno o a su origen popular?
Me parece una apreciación injusta, pero aún así tengo que confesar que, siendo el rap uno de mis géneros musicales favoritos, siempre me pareció que localmente el género no había logrado el desarrollo -ni la calidad- que sí tiene en otros países latinoamericanos.
Me parece que, en general, al rap argentino le falta rabia.
Algunos intérpretes locales me gustan, pero la critica a la realidad social no parece ser su fuerte. Hay mucha fantasía, quizás surrealismo, pero poca realidad callejera. Quizás sea porque sus cultores -o al menos los que llegan a los cds, aún los que se pueden comprar en locales de ropa hip-hop o en algunas galerías, ya que casi no llegan a las tiendas de discos- no parecen tan desclasados como los de otros países.
No son desclasados raciales, como en Brasil, ni étnico-migrante-raciales como en Francia, ni tampoco sociales como los españoles. Parecen -los que escuché- chicos de clase media con gusto por la rima, la jactancia y el flow. Todo bien - faz parte, como dirían los brasileros.
Pero en mi opinión la denuncia social -nacida de la propia experiencia, de ahí la rabia- es fundamental para lograr la credibilidad y el impacto que suele tener esta música. Quizás acá ese lugar, más que por la cumbia, esté cubierto por el rock chabón.
Personalmente, creo que el rappero más rabioso argentino es ... Kenny Arkana, hija de padre argentino, nacida en Marsella, Francia. Para entender de qué estoy hablando, ver sus videos en youtube.... (ya vendrá una entrada específica sobre su persona...)
Por José Bellas - Clarín, 11 de diciembre de 2009.
A tres décadas del célebre "Rapper´s Delight" que empezó un movimiento, el Sí! se pone al día con el rap de acá, de allá y de todas partes.
Cuando el viernes pasado, Luis Alberto Spinetta hizo subir a sus hijos Dante y Valentino (Leeva) para hacer un cover "hip-hopeado" de Necesito un amor (Manal), la convergencia de traducciones se hizo un nudo dialéctico insuperable. La puesta en escena de un rapper local (Leeva) munido de un papelito ayudamemoria para tres juegos de estrofas (¡Control Machete!) no sólo devino en uno de los momentos menos afortunados del gran show gran de más de cinco horas, sino que confirmó las dificultades que presenta la adaptación del hip hop al uso nostro.
Paradoja 1. Así como los aludidos Manal encontraron su magistral forma de traducir el blues filtrando por el tango y la bohemia intelectual, el anclaje del rap local fue la pura importación. Paradoja 2. Aún tildados de acomodados o chetos, los adolescentes Illya Kuryaki & the Valderramas (previa parada en éxito crossover de Jazzy Mel) consiguieron una (de) forma audaz, grosera a veces y b-l-a-n-c-a de hacer lo suyo, de manera bastante elocuente. Y, vale decir, bastante más efectiva que un pelotón de bandas y solistas que quisieron impresionar primero con credenciales de pandilla, para terminar haciendo agua a la hora de poner en práctica el factor musical.
"¿Será que en la Argentina, rap se dice cumbia?", se preguntaba el Sí! en su tapa del 18/2/2000, a partir de una noche de gira con el cuartetero Potro Rodrigo, al que en aquel momento veíamos más parecido a Eminem que Emmanuel Horvilleur, en una tierra donde (arriesgábamos lúdicamente), la Mona Jiménez seguía siendo nuestro James Brown, los Auténticos Decadentes nuestros Beastie Boys (blancos salidos del punk sin prejuicio popular), Carlos Chávez (cantante de Karicias, asesinado en sospechoso ajuste) nuestro Tupac Shakur, etc., etc., etc. Y hasta arriesgábamos a los proto-cumbia villeros de Flor de Piedra y Guachín como el arribo del ala "gangsta" tropical.Por supuesto, el prejuicio de clase y las distancias musicales impiden todavía que los que por estas playas consumen Lil' Wayne tomen como su par a El Lechuga. Pero, diez años entrados en el siglo XXI, todavía se puede afirmar que, parafraseando a John Lennon, la cumbia sigue siendo lo negro del pop argentino.
Fuente: http://www.si.clarin.com/2009/12/11/home/02059148.html
Fuente: http://www.si.clarin.com/2009/12/11/home/02059148.html