Cuando en la ciudad había bastantes menos marcas negras que ahora, estos fantasmas candomberos de Defensa casi esquina Belgrano ya me habían llamado la atención. Tozudos, persisten hasta hoy, aún cuando “ la casa mínima” del mulato (legendario o no) ha sido (exageradamente) restaurada y el mural candombero y carnavalero de Independencia y Bolívar –maravillosa invocación de las dos orillas- ha sido destruído.
Milagrosamente, aunque les sacaron el techo y el piso, ellos siguen ahí, impertérritos, por lo menos hasta que el estacionamiento y el barcito que funciona donde estaba el edificio rindan menos que uno nuevo. Y entonces quedarán sepultados bajo el revoque y la nueva pintura. ¿Soñará entonces el nuevo inquilino con un desfile de tambores y banderas, de medialunas y estrellas? ¿Se despertará en la noche en medio de una llamada de la que nunca participó?
Siempre me pregunté qué candombero de raza habrá vivido en ese ahora derruído departamento, cuya añoranza fue tan grande que se vio obligado a pintar estos tamborileros en su cuarto o en su sala, como tres reyes magos que venían a traerle el regalo de su música.
El cuidado por el detalle evidenciado en el dominó, las medias y los dibujos de los tambores –en una época que en nuestra ciudad nunca se veía esta ropa- revelan al inmigrante nostálgico.
Si alguien sabe quién es el artista y qué fue de él, que por favor nos lo cuente….
El cuidado por el detalle evidenciado en el dominó, las medias y los dibujos de los tambores –en una época que en nuestra ciudad nunca se veía esta ropa- revelan al inmigrante nostálgico.
Si alguien sabe quién es el artista y qué fue de él, que por favor nos lo cuente….