lunes, 24 de noviembre de 2008

Día de la Conciencia Negra (2)

Sobre los factores de exclusión de la población afrodescendiente
(a continuación, mi participación en la mesa de debate..)


La consigna del debate era hablar sobre “Políticas de exclusión históricas y actuales y cómo afectan a la comunidad afro descendiente y los pueblos originarios: Educación, salud, cultura, vivienda, empleo y desalojo”.
Como todavía tenemos pocos datos específicos sobre la población afrodescendiente en el país, tendré que hacer una reflexión más general sobre el tema, especificando los factores que me parece son claves en la exclusión social de estos grupos.
Más que de políticas de exclusión, lo que denotaría un intento conciente de excluir personas, prefiero hablar de factores de exclusión –que pueden resultar de la acumulación de una serie de acciones no necesariamente intencionadas.
En esta breve presentación quiero focalizarme en tres factores:
1) la invisibilización, 2) la discriminación y 3) la espectacularización
Ya que estamos en un evento que celebra y desea promover la conciencia negra, al final voy a llamar la atención a cómo los propios involucrados pueden estar colaborando también, aún sin quererlo, a la acción de estos factores.
1. Invisibilización
Es obvio que la invisibilización es el primer factor de exclusión a atacar. Mucho se ha hablado en los últimos años sobre cómo la población afroargentina o afrodescendiente en Argentina (no es lo mismo) fue invisibilizada.
Algunos avances se han hecho en ese sentido en los últimos 5 a 10 años.
Principalmente a nivel de los medios –aún cuando la existencia en el pais de una población afrodescendiente (para no hablar de comunidad que siempre es un concepto problemático) todavía no está instalada plenamente. Pero en los últimos años han aparecido una serie de notas impensable hace un tiempo atrás –pensemos que estuvimos casi 30 o 40 años sin notas relevantes sobre afroargentinos, negros argentinos, afrodescendientes (hubo algunas, pocas, sobre “negros en Argentina”)
A nivel gubernamental, hubo algunos pequeños avances, pero más que nada por iniciativas de funcionarios o legisladores específicos, todavía no hay una política de estado relacionada con afrodescendientes ni organismos que desarrollen medidas específicas al respecto..
Sobre el tema sí aparecieron, en los últimos años, documentales, libros y se hicieron numerosas jornadas y eventos. Todo esto, con sus mayores o menores virtudes y defectos, ayuda a quebrar la invisibilización. En ese sentido, todo lo que se haga con el tema creo que suma (reconozco que la mía es una visión optimista, ya que no todos piensan así).
Es casi obvio que una de las principales áreas a mejorar es la de la educación primaria y secundaria. Habria que incluir a los afroargentinos en los manuales y en las revistas escolares (Billiken, Genios). Todos sabemos que en el mundo escolar, la presencia afroargentina, además de muy estereotipada, llega hasta 1810. Para el 9 de julio de 1816 ya parece que no hay negros en Argentina.
En la historia académica –no especializada- los afroargentinos parecen llegar hasta la caída de Rosas. Para los académicos especializados en el tema, el límite hasta hace poco era aproximadamente la década de 1870 o 1880. Algunos trabajos recientes ya mejoraron el panorama. Uno de los más importantes –el de Oscar Chamosa sobre los conflictos en las naciones africanas de Buenos Aires, por los datos y la perspectiva que tiene- no fue publicado en castellano

2. Espectacularización
El segundo factor, espectacularización, es una consecuencia de la disminución de la invisibilización. Es una modalidad bajo la cual se da un quiebre parcial de la invisibilización.
Espectacularización sería la sola reivindicación de la cultura negra, principalmente en forma de espectáculo. Es un paso adelante, pero si las medidas se quedan sólo en fomentar la espectacularización, constituye una nueva forma de exclusión. Demasiado o solamente, no es buena. Puede llevar al síndrome: “Tocá tu tambor, negrito”. O, peor y más explícitamente, “qué lindo cómo tocas tu tambor, negrito –ahora no me jodas con otra cosa”.
Dentro de un mundo cada vez más dominado por políticas multiculturalistas (aunque no estoy contra el multiculturalismo) se corre el riesgo de otorgarle a los sujetos derechos meramente culturales (mientras se mercantilice su cultura para el consumo de otros) y relegar sus derechos sociales. Sería la “trampa de la cultura” como la llamó la antropóloga María Carman, y como también la viene analizando hace rato Mónica Lacarrieu.
Se incluye a los grupos étnicos en festejos, ferias de colectividades, aún eventos específicos (afros, llamadas), pero no en algún plan de inclusión o de beneficios sociales. Están incluídos dentro de las políticas culturales pero no dentro de las políticas sociales. La inclusión es solamente cultural, principalmente como productores de mercancías culturales que serán consumidas por sectores sociales algo más pudientes).
3. Discriminación
Es obviamente el problema más acuciante, pero también el más multifacético y problemático. También el peor estudiado y definido. Suele hablarse fácilmente de “racismo” pero hay una gama muy diversa de comportamientos que sirven para excluir, segregar, marginalizar, “poner” o “dejar en su lugar” al Otro.
Es importante identificar qué espectro de comportamientos (desde, por ejemplo, el racismo hasta la estereotipación) componen la discriminación.
Estos comportamientos están cruzados por variables de clase y de género, y también fenotípicas. El grado de afrodescendencia que se infiere del –o se le otorga al- fenotipo influye en qué tipo de comportamientos discriminatorios la persona puede sufrir.
También influye la nacionalidad. Hay afrodescendencias más “glamorosas” que otras –la brasilera y la cubana, por ejemplo.
Por lo tanto, hay necesidades diferentes de combate a los comportamientos discriminativos y a la inclusión social de acuerdo al género, la clase social, el fenotipo y la nacionalidad de los afrodescendientes.
Es necesario remarca la omnipresencia de la estereotipación como comportamiento discriminativo, seguramente la forma no más grave pero sí más común y por tanto con fuerte incidencia en la vida de las personas. Si uno sufre muchos encasillamientos a lo largo de la vida, su accionar se verá condicionado por ellos –y también la construcción de su subjetividad.
Entre los estereotipos integrales más comunes están los del “negrito” (sujeto de burla), el “negrazo” (produce miedo), y, con referencia a la mujer, la “negra caliente” o directamente la “puta”.
Hay que mencionar también el muy poco estudiado y comprendido mecanismo de la “buena presencia” como una de las formas encubiertas pero más extendidas de discriminación racial en nuestra sociedad.
Hay que resaltar los omnipresentes problemas de discriminación en los colegios, no sólo por parte de compañeritos sino también de maestras y aún directoras de establecimientos.
Desde el Estado no parece haber respuestas para el problemas de las diversas actitudes discriminatorias. Aunque los esfuerzos más regulares desde un organismo del estado en los dos últimos años han sido los del INADI, en los sucesivos eventos que esta institución organizó parece haber un excesivo énfasis en lo (meramente) testimonial y en la espectacularización de la cultura negra. No se han enunciado ni identificado aún políticas ni medidas concretas que puedan ayudar realmente a disminuir la discriminación ni a avanzar por sobre los otros dos factores señalados. Aunque las actividades del organismo ayudan a disminuir la invisibilización, su repercusión mediática tampoco ha tenido la importancia deseada.

Sobre cómo la falta de conciencia negra lleva a potenciar los factores de exclusión

Dentro del propio campo de la militancia cultural y política afro hay problemas propios que es necesario superar para poder luchar adecuadamente contra los factores de exclusión:

El rol de los propios afrodescendientes en el proceso de invisibilización:
Este problema atañe especialmente a los argentinos- que tienen que superar a su vez décadas de auto-invisibilización. Los que provenían de familias mixtas –la mayoría, en nuestros días, pero no tanto la generación anterior- podían “pasar”: o sea, no considerarse negros. De hecho muchos no tenían el fenotipo que en nuestra sociedad es reconocido como “perteneciente a la raza negra” o sea como “negro negro“ o “negro mota”.
Recordemos que la raza se construye socialmente de manera diferente en cada sociedad –en cada país o en cada región. Una misma persona puede ser considerada negra en Sao Paulo pero no en Bahía, por ejemplo. Puede ser “parda” en Uruguay, “blanco” o “cabeza” en Argentina –“cabeza” conlleva asociadas características sociales y culturales además de raciales.
Todos o al menos gran parte de los afroargentinos que podían “pasar” (obviar su pertenencia “racial”) lo hacían.
Resulta muy difícil quebrar invisibilidades si los propios afectados no hacen todo lo posible por colaborar. Tenemos numerosos ejemplos de actividades realizadas sobre y para afrodescendientes que tienen poca o nula audiencia afroargentina. Si los propios interesados no van, para qué se hacen? Para quién pedir políticas de inclusión o de reparación?
La creciente popularidad del término afrodescendiente puede ayudar a que muchos que no se sienten negros si asuman su afrodescendencia. La creciente valorización social y cultural de la afrodescendencia y de lo afroargentino también.
Pero quizás haya que tener en cuenta que si no hay alguna ganancia concreta con reivindicar esta identificación, cuál sería el propósito de hacerlo?


La auto-espectacularización, auto-exotización y auto-folklorización:
Si bien tenemos una cantidad cada vez mayor de grupos diversos que practican cultura de origen africano, muchos lo hacen sin una conciencia crítica.
No es cuestión de que siempre que a uno lo convocan para alguna actividad tenga que escupir el asado, pero sí es preciso tener una idea propia de por qué y para qué se practica cultura negra, y en qué medida esto significa un involucramiento que no puede dejar de ser político.
Hay demasiados individuos afrodescendientes que van por el mundo acatando y celebrando los estereotipos exotizantes y cumpliendo alegremente con el mandato espectacularizante de “negrito, tocá tu tambor”. Se conforman –y hasta lucran- con el pequeño lugar que las políticas o las sensibilidades multiculturales le asignaron
.
La falta de unidad para actuar ante las diversas formas de discriminación.
Habiendo seguido de cerca el desarrollo del activismo cultural y político negro en los últimos 20 años me llama la atención y me preocupa que el aumento de la atención hacia el tema, de eventos, de oportunidades culturales y políticas parece haber llevado no a una mayor capacidad de acción conjunta sino a una mayor fragmentación de la militancia cultural y política negra.
Hubo un aumento de la testimonialización –de la cantidad de individuos que participan de eventos afros y denuncian el racismo, pero no de la capacidad de lograr trabajar en conjunto (que no significa juntos, sino al menos en red, o en acciones conjuntas) para obtener resultados contra la discriminación.
Por el contrario, parece haber una cantidad cada vez mayor de grupos (pequeños) preocupados con ocupar algún espacio que les permita obtener un grado mínimo de interlocución política que justifique su subsistencia.
Pero esto no está llevando a un movimiento, un cantidad cada vez mayor de personas que puedan realizar acciones conjuntas para reclamar sus derechos efectivamente e implementar estrategias que permitan modificar -en lo que se puede- el estado de las cosas.
Fotos: Alejandro Frigerio -tomadas durante el Día de la Conciencia Negra. Cuadros realizados por integrantes del Movimiento AfroCultural (si alguien sabe los nombres de los artistas por favor pasenmelos!). Demostración de danza afro por Isa Soares y alumnas.